miércoles, 26 de diciembre de 2007

algunos escritos de Milus

La tarea que me he impuesto

Vencer a los miedos,

arrojándoles piedras de libre albedrío...

Receta del día

(para 1 persona)

Juntar 2 kilos de sonrisas socavando el alma, cortadas en trocitos, agregarles una pizca de envidia ajena, previamente hervida a baño maría, luego poner todo en una olla a fuego máximo, hasta ver que el preparado empieza a evaporar.

Luego de 20 minutos sacar los restos y una vez fríos colocarlos en un frasco hermético (debe ser de vidrio). Mantener refrigerado, no más de 30 días.

Antes del vencimiento, hacer una escapadita al mar, y arrojar el frasco bien lejos, hasta verlo desaparecer.

Recordatorio

No olvidar colocar el Sol en su sitio cada día,
y llevar en los bolsillos algo de amor,
por si acaso nos agarra hambre de vida.


Algunas veces,
cuando todo duerme,
no hago más que hablarte desde el silencio,
aún despierto.


huecos

¿Por qué nos dejamos arrastrar hasta revestir el aire?

Don Ata

Asumida sombra,
hacedor de pensamiento,
abuelo indio de corazón profundo en un mar de dedos,
trashumante de música y de voces, con tu ofrenda de silencio,
hasta ser todo sol, todo Luna, hasta ser todo cerros.

Mi amigo el quitapenas usa sombrero de humo,

y suele andar en las noches por aquellos pensamientos que tanto lo buscan.

Sombras en la pared.
Las oscuras huellas de mi fantasma.

Labios vacíos esperando estrellas,
mi hablar en vano de Luna solitaria,
tus ojos fríos de amanecer callado.

Atravesé la noche resbalando sin sentido.
soy sólo un fantasma, nadie puede verme, nadie puede ayudarme,
mis ojos se hundieron para siempre.

Kurt

Tomo todas las culpas en este horrible lugar.
¿Dónde están esas cosas simples que me hacen conmover?

Lección de este minuto:

Tomarse los percances propios con humor,
y los ajenos con respeto.

Paradoja oscura:

Puedo escribir los versos más tristes esta noche...
¿pero mañana?

Margarita Cruz

Viejita amable,
repleta de años.
Media sorda, andando poco y con bastón.
Aquella viejita, puro corazón.

Le pido que me cante una coplita.
Me dijo “no changuito, ya no puedo, hay que aprovechar para hacer las cosas cuando uno es joven”

“Qué lástima”, dijimos los dos juntos.

Perdidos en la noche, conversamos olvido,
y nos bebimos el dolor hasta la última gota.

A los vagabundos

El frío tejiendo sus huesos, que tiemblan muerte de andenes o veredas.
Abrasando una botella, con la amistad arrojada a un perro.
Sus ojos quietos ante el mundo, bebiendo desamparo en sueños.

Antes que todo arda...

En verdad había nacido sin nosotros.
El mundo, aquella naturaleza que nos dio vida,
empezaba ahora a quitárnosla,
poco a poco.

Los animales comenzaban a atacarnos por sorpresa,
enloquecían al menor desprecio,
reclamando territorios compartidos antiguamente con sus hermanos,
los pueblos originarios.

Los árboles llevaban en los tornados furia entre sus brazos,
contra aquellos hombres que sin permiso los había talado.

Las flores, ofendidas,
desteñían sus colores hasta tornarse grises.
Ya no querían agradarnos.

La Luna escondía su hermoso rostro y nos daba la espalda,
nos dejaba solos.

Las estrellas caían, nuestra mirada sorprendida ante la tierra dolorida,
el canto apagado, sin más que vidas incendiadas.

El secreto


Muchos le dicen “el loco de Berazategui”, otros “el loco”, a secas. Es un tipo bueno, de esos que tratan de hacer lo que se les antoja sin joder a los demás.
Renunció al laburo porque lo estaban presionando demasiado. “Ese trabajo me había borrado la sonrisa”- me dijo una vez, entreverados en un vino tinto de uno de los bares que solíamos frecuentar. Con la guita que le habían dado en el trabajo como reconocimiento pudo irse de viaje por Sudamérica unos meses, donde hizo de todo, incluso nuevos amigos. Había vuelto unas semanas atrás, y estaba dedicado a “pensar, sentir y escribir, todo el tiempo posible”, como me dijo un día mientras nos saludábamos en otro bar. Cada tanto nos cruzábamos y nos juntábamos para hablar de situaciones que nos dejaban pensando .

Pero para esa noche me tenía reservado un oscuro secreto.
Por aquellos días, algo lo tenía muy molesto, quería contarme algo de su vida que lo tenía envuelto en preocupaciones, como si algo lo sobrepasara, le quitara el descanso.
“El loco” había llegado a una terrible conclusión, aquello ya no podía ser casualidad.

Me contó de sus sospechas con la muerte de aquel viejo poeta con el que había trabado amistad a base de ginebras y dolores compartidos. Bastante tiempo sin verlo, sin pensar en él, y un día algo lo trae a su recuerdo. Fue ingrata la sorpresa de enterarse, al otro día y por el periódico, que el poeta había muerto esa misma noche en la que a él le había rondado por su mente.
Sucedió también con el reconocido etnobotánico que había tenido la dicha de conocer en un museo, esos días que “el loco” faltaba al trabajo para hacer sus “salidas culturales”. Después de un par años, lo recordó, y se sintió capaz de visitarlo nuevamente. Aceptaría la invitación que le hizo aquella vez el estudioso para que integrara uno de sus talleres. Cuando estaba por hacerlo, se enteró que aquel simpático etnobotánico había muerto unos días atrás.
La conclusión a la que “el loco” había llegado, terminándonos el vino, y confiándome de tales cuestiones, era que sus pensamientos pertenecían a una extraña realidad, algo tenebrosamente incomprensible, profundamente abismal.

¿Qué hay de mí

sino intensos ayeres

envueltos en nubes

y soles embriagándome por adelantado?

Hay que reconocer que uno entra a este mundo por un lugar y sale por otro por el otro – decía un hombre, una noche de invierno, reparado entre copas y amigos – Además, todo hace parecer que uno tiene cierta tarea en este mundo, por lo menos la que yo me adjudico luego de largos devaneos, propios de numerosos momentos en los que prefiero pensar en lugar de hacer cualquier otra cosa, es la tarea de explorar- el hombre continuaba: Tengo una tendencia notable a explorar lugares, personas, situaciones. Emprender un viaje siempre fue para mí mucho más que salir de viaje, y eso me lleva a moverme de un lugar a otro, acomodarme por un tiempo, y volver a partir. Pero cuidado, lo hago por mí pero también en honor a todos aquellos que no pueden hacerlo por diferentes motivos, y lo hago con profundo respeto y comprensión de esas limitaciones-

Aquel hombre hizo un profundo silencio, le dio una bocanada a su cigarro armado, y volvió a colocarlo en el cenicero, mirando hacia la ventana.
Afuera, la Luna velaba por mostrarse a la altura de los sueños de aquellos hombres, y de tantos otros. Su luz se colaba a través de la ventana del añejo bar.
Alguien pasó por la vereda media rota, miró de reojo hacia adentro, y siguió su camino con las manos en los bolsillos. Por la mañana, ese otro hombre fue despedido de su trabajo. Había pasado el resto del día dando vueltas por ahí a pesar del frío, y comprando unos pocos regalos para sus hijos con el dinero que le quedaba. Y todavía a esa hora, andaba pensando cómo se lo iba a decir a su mujer.

Uno cada tanto vuelve a sí mismo,
como quien regresa luego de un largo viaje,
y empieza a acariciar recuerdos, uno por uno,
para que no se deshilachen.

En el verano nos sacudimos el pasado ajeno,
y sólo nos importó reír juntos mientras se conocían nuestros cuerpos.

En el otoño comenzaron las charlas que nos quitaban tiempo para amarnos,
y en el invierno nos comenzamos a dudar.

Entonces, la primavera nos llegó asegurándonos que ya era tarde para esquivar tanta tristeza.

5 comentarios:

Satamarina dijo...

"por si acaso nos agarra hambre de vida."

quien es Milus?

saludos

Satamarina dijo...

gran sorpresa me he llevado al descubrir que es ud.

lindos textos amigo.

saludos

juan dijo...

shhhhhhhhhhh.

gracias

Carolina dijo...

Al loco de Berazategui, ¿dónde consigo piedritas de libre albedrío?

juan dijo...

que preguntita.

igual debería no sólo dónde sino cómo, han pasado años, lugares y distancias, y no siempre que quiero las consigo, pero dejame ver si me queda alguna...