miércoles, 26 de diciembre de 2007

algo sobre W. Blake...


"LA RESPUESTA DE BLAKE"

JORGE DE LA PAZ

Departamento Editorial, ANUIES.

En sus años de madurez, William Blake -ese virtuoso de la intransigencia-
escribe "Inspiration & Visión was then & now is, & I hope will always
Remain, my Element, my Eternal Dwelling place..." (Entonces como ahora, la
inspiración y la visión han sido y espero serán siempre mi elemento y mi
eterna morada.)

Blake nunca fue a la escuela. Tampoco lo lamentó:

Thank God, I never was sent to school

To be Flog'd into following the Style of a Fool.

Discípulo de la imaginación, rechaza la escolaridad estéril. Su alma no sabe
de estrechuras. Adiestrado en las sendas de Dios, su palabra sólo encuentra
modelos en la aurora inicial de la creación. Lo que habrá de determinar su
recto amor a la verdad es la voz apasionada de los ángeles.

Su vida será un laberinto de visiones. Su mirada atestigua un día el primer
sobresalto. Ha visto a Dios. Una noche contempla -corona de luz- un árbol
colmado de ángeles. Otro día habrá de ver la recia figura del profeta
Ezequiel en el recodo de un camino. Son los años de la infancia. Las
visiones se suceden en medio del estupor incrédulo de los padres.

En los años de adolescencia ve a Cristo en la abadía de Westminster.
Erguidos, los doce apóstoles le acompañan. Un día descubre -afanes del
pintor- una nueva técnica. Más tarde, declara que José, el carpintero
sagrado, le ha revelado el secreto. En 1878, muere Roberto, el hermano. A la
vuelta de unos años, Blake asegura que suele conversar con él largas horas.
Oráculo del trasmundo, su hermano le revela los arcanos y le dicta las
mejores páginas. Otra vez habrá de dialogar con el resplandor misterioso de
un ángel. Blake - estímulo de una lectura- se pregunta cómo pintar un ángel.
La aparición alada le dice que sólo Miguel Angel sabía pintarlos. Blake
adelanta sus dudas y Gabriel, el arcángel, repone "Lo sé porque he posado
para él." Pero es Urizen, ese Yahvé vengativo, creador de la inmensidad
mitológica que es el universo de Blake, la visión que dejará honda huella en
la vida del poeta.

Atareado con las ilustraciones para la "Divina Comedia", pasa el poeta los
días últimos de su enfermedad final. Ha terminado -obra maestra cierta- las
ilustraciones del "Libro de Job." Vislumbre telúrico del amor, de Dante nos
legará un grabado excepcional Paolo y Francesca en el infierno. Es en esas
horas arduas cuando habla con Crabb Robinson sobre los estados de alma. Le
hace relatos dilatados de sus visiones y de los conciliábulos de otros
mundos. Le cuenta que en sus andanzas visionarias ha recopilado los
proverbios del infierno. Confiesa que sólo cuando los espíritus lo disponen,
toma la pluma y que entonces ve cómo las palabras flotan a su alrededor en
forma de espirales nebulosas.

La alegoría es imagen. Pertenece a la fantasía. Es varia invención de lo
visible. La visión esta hecha de símbolos. Pertenece a la imaginación.
Expresa las esencias invisibles. Es la voz del misterio. Blake, como
Swedenborg -el maestro perdurable- ha sido un habitante inmoderado del mundo
visionario. En 1789, aparece su libro "Songs of Innocence" (Cantos de
Inocencia). Lo reimprime en 1794, pero añade un nuevo ciclo: "Songs of
Experience" (Cantos de Experiencia). Las dos series configuran su evangelio
de la imaginación. El fervor teológico de Emanuel Swedenborg ilumina todo el
libro. Coleridge lo lee y apunta en una carta: "He is a man of genius -and I
apprehend a Swedenborgian - certainly, a mystic emphatically" (Es un hombre
genial - y entiendo que un seguidor de Swedenborg -indudablemente y
categóricamente un místico). Los cantos están escritos en el elevado tono
lírico de las obras maestras. Estados contradictorios de alma, la inocencia
y la experiencia instauran la armonía. La voz del poeta es fuerza de
profecía. Blake comentará después "The authors are in Eternity" (Los autores
están en la eternidad.)

Para Blake la Caída, ese tránsito inexorable de la inocencia a la
experiencia, es el paso que señala la expulsión del paraíso terrenal. La
inocencia, estado de perfección inconcluso, es el paraíso. La experiencia,
eco del tiempo y origen de la memoria, es el edén. El hombre come del fruto
del árbol del conocimiento del bien y el mal y nace la razón. La falsedad y
la muerte ensombrecen la vida. La pérdida de la inocencia - desesperanzada
amargura de Dostoyevski - no es la tribulación esencial de Blake. Tampoco el
pecado original. El contexto sexual de la Caída es herejía insostenible.
Sabe que lo que precipita la expulsión es la idea de suplantación que
germina en el corazón de Eva y Adán. El mismo será víctima de la insidia de
la serpiente. La preocupación esencial de Blake es la imaginación, ese fruto
prodigioso del árbol de la vida. Tribulación sin término será para el poeta
la pérdida de esta facultad. La imaginación creadora es el único punto de
equilibrio entre la inocencia y la experiencia. Blake propone eludir la
Caída - ese descenso de la eternidad al tiempo. Entrar al mundo de la
experiencia con esa fuerza que hace que los ojos vean más de lo que sabe el
corazón. Sin esta fuerza, la razón destruye el mundo. Sólo la ira del tigre
puede restablecer el equilibrio "The tygers of Wrath -nos dice- are wiser
than the Horses of Instruction" (Los tigres de la ira son más sabios que los
corceles del conocimiento). Su pensamiento se desliza hacia el infierno. El
tigre - esa fiera sin arquetipo de su poema incomparable- es ya una
prefiguración de Satán:

Tyger! Tyger! burning bright
In the forests of the night,
What inmortal hand or eye
Could frame thy fearful symmetry?

In what distant deeps or skies
Burnt the fire of thine eyes?
On what wings dare he aspire?
What the hand dare sieze the fire?

And what shoulder, & what art
Could twist the sinews of thy heart?
And when thy heart began to beat,
What dread hand? & what dread feet?

What he hammer?
What the chain?
In what furnace was thy brain?
What the anvil?
What dread grasp
Dare its deadly terrors clasp?
When the stars threw down their spears,
And water'd heaven with their tears,
Did he smile his work to see?
Did he who made the lamb, make thee?

Tyger! Tyger! burning bright
In the forests of the night,
What inmortal hand or eye
Dare frame thy fearful symmetry?

Todo lo que está más allá de la inicial ocupación de la Tierra es nostalgia
de la muerte. Secuencia deliberada de interrogantes, el poema es una letanía
de la duda. Blake contrapone símbolos y barrunta la respuesta. En otro libro
"The Marriage of Heaven and Hell" (El Matrimonio del Cielo y el Infierno),
esta respuesta será un reto a los "Arcana Coelestia" de Swedenborg.

Cifra del demonio es la simetría aterradora del tigre. El fulgor de sus ojos
es un desafío a la bondad del Creador. El poeta lucha con Satán y vence a la
sombra. Es la luz del infierno la que arde en los bosques de la noche. El
aire denso del poema es atmósfera de alquimia. En el "Tractatus Aureus",
atribuido a Hermes, se lee "Yo creo la luz, pero mi naturaleza está hecha de
tinieblas." Ese "lumen" es el hálito de un "daemonium". La influencia de
Cornelius Agrippa es evidente. Hecho de palabras, el tigre de Blake es un
símbolo de usurpación. El poeta habrá de corroborar su sentido. El Leviatán
de su infierno tiene en la frente la marca del felino deslumbrante. El poema
se hunde en el misterio de la creación. El llanto de las estrellas sugiere
el predominio de las tinieblas. Conmovido, Blake se pregunta si el incierto
creador habrá sonreído al contemplar su obra. La sospecha se bifurca: ¿Fue
la misma mano la que trazó el halo de mansedumbre del cordero y el surco
fiero del tigre? La parafernalia del fuego -yunques, martillos, fraguas- es
una diagonal de la incertidumbre. Blake presiente que la voz que encendió el
fuego en los ojos del tigre fue la voz de Satán. Intuye apenas que la luz no
brilló por primera vez en las lejanías eternas del cielo, sino en las
profundidades abismales del tiempo. Inconsciente de la gravedad de estas
implicaciones, olvida que en el mundo de la alquimia Dios está por debajo
del hombre. Lo que en Agrippa es actitud consciente, duerme disimuladamente
en el trasfondo del alma cristiana de Blake. El poeta perfila su idea
infernal de la imaginación. Dios y Satán han intercambiado lugares.

En sus años de formación, Blake se interesó en el mundo visionario de
Swedenborg. Pensaba que las obras del místico sueco eran "foundations for
grand things" (cimientos para grandes cosas). Influencia de signo celestial,
Blake la convierte en proclama del infierno. Afirma que las visiones de
Swedenborg son delirios triviales y denuncia la estrechez de pensamiento del
maestro: "Now hear a plain fact Swedenborg has not written one new truth.
Now hear another: he has written all the old falsehoods. And now hear the
reason: he conversed with Angels who are all religious & conversed not with
Devils who all hate religion, for he was incapable thro' his conceited
notions" (ahora oigan un hecho simple: Swedenborg no ha escrito una sola
verdad nueva. Oigan otro ahora: Ha escrito todas las viejas mentiras. Oigan
ahora la razón: conversaba con los ángeles que son todos ellos religiosos,
pero nunca conversó con los demonios que odian la religión porque sus
engreídas nociones se lo impidieron). No obstante, en sus últimos anos,
Blake escribe: "O, Swedenborg! The Samson shorn by the churches" (Oh,
Swedenborg, ese Sansón esquilmado por las iglesias!).

En la teología de Swedenborg, Dios es el Señor. "El es uno con el Padre
-palabras de San Juan- ya que el Padre está en El. Quien lo ve, ve al Padre;
y todo lo santo viene de El."

Punto de equilibrio entre el desasosiego de los demonios y la inmovilidad de
los ángeles, hay un límite incierto donde la penumbra se escinde. Ese lugar
es el soporte de las esferas opuestas. Resplandor del bien, la fuerza del
cielo es la bondad. Dios la ha sembrado para los rectos. Estar en la verdad
es semejanza de Dios. Los cielos de Swedenborg son esferas de la
inteligencia. Fruto oscuro del mal es la falsedad. Carece de fuerza. Los
infiernos de Swedenborg son esferas de la insensatez. La fuerza del cielo
-equilibrio de acción y reacción- es la mano de Dios. Entretejido en este
equilibrio espiritual, el hombre es dueño de la libertad.

Diversidad infinita es el cielo. El reino celestial es la morada de Dios.
Angeles excelsos lo habitan. De ellos ha dicho Jeremías: "Pondré mi ley en
su espíritu y la escribiré en su corazón." Son los dueños de la verdad. La
esfera de un ángel excelso abarca todo el cielo. El amor al Señor es su
fuerza. Trono de Dios es el reino espiritual. Angeles inferiores lo habitan.
Su fuerza es el amor al prójimo.

Escala de semejanzas del bien, los ángeles residen en tres cielos
escalonados. Involucrados en un bien común, ocupan comunidades incontables.
Infinita variedad es la índole del bien y cada ángel es dueño de un bien
único. En su totalidad, el cielo tiene la forma de un hombre.

El tiempo y el espacio son una intromisión de lo corpóreo. Anulación de la
eternidad es el tiempo. No existe en las alturas. Es un descenso. El
espíritu es ascención. Carece de distancias. En el cielo no hay espacios.
Hay sólo estados de alma - parcelas de la eternidad - y transformaciones
espirituales - distancias del bien.


fuente:
http://www.anuies.mx/principal/servicios/publicaciones/revsup/res048/txt8.htm

Los ángeles y los demonios piensan y actúan consecuentemente. No pueden
pensar una cosa y hacer otra. Sólo el hombre puede pensar y alzar su mirada
hacia Dios o alejarla. El ha plantado en el huerto feraz el árbol del
Conocimiento del Bien y el Mal.

Una respuesta violenta al cielo de Swedenborg es el libro de Blake "The
Marriage of Heaven and Hell." Este trabajo habrá de ocupar un lugar peculiar
dentro de su obra. Escrito esencialmente en prosa, la poesía y los dibujos
-como en los "Cantos de Inocencia y Experiencia" -entrelazan sus sentidos.
La coloración ilumina las palabras, les presta acentos encendidos de
espíritu. La palabra atenúa y profundiza las insinuaciones espectrales de
los dibujos. Libro paradójico e irónico, la trama es insólita. Está hecho de
atisbos terrenales y de conjeturas sobrenaturales. La fuerza y la sugerencia
del tratamiento simbólico es alucinante. La imaginación le presta sentidos
innumerables a la razón. Blake cava en las sombras para encontrar la luz.

En el pensamiento de Swedenborg, la palabra de Dios, germen de toda creación
y tema de los infinitos sesgos de la belleza, es la fuerza del cielo.

La palabra sagrada, en la mística oscura de Blake, es un engaño perpetuo.
Tortuoso alfabeto de la iniquidad, la Biblia entorpece la vida del hombre.
El culto a Dios, ese padre áspero, es lazo de opresión y atadura de hierro.

Sacramento esencial es para Blake la imaginación. El poeta aborrece el
consorcio de los torpes. No alza su alma a cosas vanas. Levanta al hombre a
la altura de Dios y declara que el arte es la sola religión, pero exige
fidelidad al ángel del mal. Se deja seducir por el fuego. Su alma tarda
elige el valle de las sombras, ese lugar donde los días albergan llanto.
Opone a la pasividad del cielo de Swedenborg, la energía creadora del
infierno. Sin oposición -nos dice- no hay evolución creadora. Invierte causa
y efecto y propone un desenlace deplorable. Los ángeles y los demonios
intercambian lugares. Las huestes de Satán ocupan el cielo y el mal simula
la voz del bien.

Blake impugna la teología árida de Swedenborg y proclama el evangelio del
nuevo mesías. El poder de la voz del demonio es el único sentido de la vida
espiritual. Abolida la tiranía de Dios, el hombre será libre porque aceptar
que todo lo que vive es sagrado es el perdón de los pecados.

En la última fantasía de su libro, un demonio envuelto en llamas discute con
un ángel. Recalca que Jesús es la virtud porque quebrantó todas las normas.
Enseguida aduce ejemplos y argumentos y persuade a su enemigo. Demonio y
ángel se reconcilian. El ángel abraza al demonio, se desvanece en las llamas
y asciende convertido en Elías. Blake nos cuenta que ese ángel es ahora un
demonio y su amigo más íntimo. Juntos escudriñan a menudo el sentido
infernal o diabólico de las Escrituras. Confidencia final, el poeta nos
revela la existencia de otra biblia. Satán la ha dictado y tarde o temprano
el mundo habrá de leerla.

Ejercicio de la virtud es la doctrina de Swedenborg. El cielo no es una
recompensa. Es elección inteligente. Cada uno de los pasos del hombre
ensancha o estrecha su ruta celestial. Los necios no alcanzarán el cielo.

El infierno de Blake es un símbolo deliberadamente pervertido de la
libertad. Ciudadano de la eternidad, la belleza, ese lenguaje del paraíso,
es su credo. Su dogmática -nuevo pacto- es un arcoíris del deseo. Blake
trata de vencer con el arte esa muerte lenta del espíritu que los hombres
llaman progreso. El arte es la verdadera latitud del corazón. Sólo los
artistas alcanzarán el cielo.

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