viernes, 21 de agosto de 2009

desde revista Xibalba nº 2


Macedonio Fernández:
El 1 de Junio de 1874 nace en la lasa de sus padres,en Maipú al 500 de la ciudad de Bs. As. Su infancia es de raigambre campera, siempre en la provincia de Buenos Aires, tanto en la estancia de 25 de Mayo o en lugares de veraneo como Mercedes en Uruguay, alternando con su vida porteña. Estudia Bachiller en el Colegio Nacional. En 1891 muere su padre, Macedonio Fernández Pastor. Ese mismo año Macedonio ingresa a la Facultad de Derecho, en esa época instalada en el caserón de Moreno 350. Presentará su tesis titulada “De las personas”, 49 páginas manuscritas en las que, según Adolfo de Obieta, Macedonio disiente discretamente con Savigny y con Vélez Sarsfield y formula una defensa de la autonomía individual como fundamento jurídico de la sociedad. En Mayo de 1897 su tesis es aprobada, y dos meses después recibe su diploma junto a sus compañeros de promoción y amigos Arturo Múscari y Jorge Borges. Entonces, a los 23 años, va de viaje con sus amigos más cercanos (salvo J. G. Borges) a Misiones y a Paraguay, donde pretende formar una comuna anarquista, sin permanecer más que un breve tiempo.
Volverá a esa zona en 1910, cuando sea nombrado fiscal Posadas (Misiones). Según parece jamás pidió condena en ninguna de las acusaciones en las que intervino, destacándose en la defensa de los humildes y haciendo notar las aberraciones jurídicas del sistema. Por ejemplo, en el caso del mensú Cabaña versus la yerbatera Puerto Artaza fue apoyado en la Cámara de Diputados por los socialistas J. B. Justo y Mario Bravo. En esa época también conoce y charla frecuentemente con Horacio Quiroga. Hacia 1913 vuelve a Buenos Aires. En 1905 inicia su correspondencia con el filósofo y psicólogo William James (hermano del
escritor Henry James. La relación epistolar se mantiene hasta la muerte de William en 1911)
En 1920 muere su esposa Elena de Obieta, con quien se había casado en 1901 (la Elena Bellamuerte de sus maravillosas poesías), internada en el Hospital Duran) Este hecho causará profundos cambios en su vida y en su obra. (“Yo sabía muerte pero aquel partir no”). Los 4 hijos quedan al cuidado de abuelos y tías, abandona la profesión de abogado y se mueve de pensión en pensión.
Se integra a la vida cultural de Buenos Aires. Por ejemplo, en las tertulias del Bar Royal Keller donde participaban J. L. Borges, Leopoldo Marechal, Ricardo Güiraldes, Evar Méndez, Ricardo Molinari, el chileno Vicente Huidobro, Oliverio Girondo, Alberto Ghiraldo, etc. Macedonio escribía en retazos de paquetes de cigarrillos, papeles de envolver, cajas de fósforos, lo que fuera. Vive austeramente en pensiones del barrio Once y Tribunales. Sus posesiones: un sartén, un calentador Primus, una pava para el mate, y una guitarra.
En esas pensiones medita, escribe, toca la guitarra, escucha música. Recibe las visitas de dos españoles notables: Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez. Solía tener debajo de la cama una maleta llena de alfajores que ofrecía a sus visitantes.
En 1927, inicia su postulación surrealista como candidato a presidente de la nación, con la complicidad de sus amigos. Fue "vencido" por Hipólito Irigoyen. En 1946 se muda al departamento de Las Heras 4015, a vivir con sus hijos Adolfo y Jorge. Allí vivirá recluído por elección y ajeno a la vida sociocultural, pero no dejará de escribir.Macedonio Fernández muere el 10 de febrero de 1952, a los 78 años, lúcido hasta el último instante.


“El único fin del Estado es defender a la colectividad de la fuerza exterior y al individuo de la fuerza del individuo.
Fuera de esto, la Nación, el Estado, la Mayoría de la Población, no tienen derecho a mezclarse
en lo que hace el individuo”

“…El principio tan gritado durante siglos de la división del trabajo, cuyas virtudes hallo dudosas,
se abandona en su mejor aspecto: la división del trabajo internacional.
Todo lo que tiene de destructor para la psicología y la belleza física del hombre la división del trabajo que facilita el arraigo al despotismo, pues trueca en máquina el 95 % de la humanidad- tiene de económico y de pacifista la división de la producción entre las naciones según las diferentes facilidades geográficas, étnicas, etcétera”.

(...) “Dios no abunda en mi pieza; es uno de los parajes en los que no existe; aunque la terrible
gritería que se ha sostenido en la humanidad por los siglos para negarlo (como si alguien lo hubiera visto) es tan grande como la de la suma de homenaje y afirmaciones que se le han destinado y todo ello equivale a una realidad más fuerte que la de su existencia: yo niego que me hayan ayudado nunca estando yo en mi habitación”.

“¿La vida visceral de la planta que vive 1000 años es más perfecta que la del hombre que vive 50? La que sin moverse del lugar donde cayó vive 1000 años a pesar de rayos, viento, frío, calor? El árbol ha de sentir. Qué importa que nosotros “pensemos”. Si algunos árboles
viven mucho más que el humano y no piensan ¿no se ve que el pensar no es más que un recurso para suplir la imperfección vegetativa? La planta no necesita pensar para tener un sistema visceral perfecto. El placer del agua es signo de que la planta existe y siente. Ha de haber hasta
una sonrisa al recibir la lluvia o el riego después de una sequía. Como yo creo que hay un sentir en el árbol, poco importa que haya un pensamiento, que es un juego, que haya esfuerzo sí, porque ya es sentir; pero la imaginería, no”.

“He aquí que en un tranvía acudí en socorro del culto viajero, en momentos en que el guarda le quería obligar a comprar ese trocito de literatura que sacan de una maquinita e imponen a cambio de 10 centavos. El guarda hizo lo que no se les ocurre a nuestros autores que
se quejan de poca venta; consiguió un vigilante, y sin convidarlo con nada, obtuvo
que opinara a favor de esa instrucción pública obligatoria”.

En el “Prólogo Final” del “Museo de la novela de la Eterna”, titulado “Al que quiera escribir esta novela” Macedonio dice: “Lo dejo como libro abierto: será acaso el primer “libro abierto” en la historia de la
literatura, es decir que el autor, deseando que fuera mejor o siquiera bueno, y convencido de que por su
destrozada estructura es una temeraria torpeza con el lector, pero también de que es rico en sugestiones,
deja autorizado a todo escritor futuro de impulso y circunstancias que favorezcan un intenso trabajo, para
corregirlo y editarlo libremente, con o sin mención de mi obra y nombre. No será poco el trabajo.
Suprima, enmiende, cambie, pero, si acaso, que algo quede”.
De esta manera, el vanguardista Macedonio se adelanta al concepto de “obra abierta” de Umberto Ecco,
hecho que no suele ser reconocido, como tampoco su moderna propuesta de suprimir la propiedad privada
de los textos. Pero no sólo eso, sus “minicuentos” han sido una de las características de su obra, y que a
partir de él se considera como un nuevo género
.

Adolfo de Obieta, sin cuya infructuosa labor nos hubiéramos perdido de numerosos escritos de su padre, comenta: "Creo que mi padre ha sido la persona más 'rara' que habré conocido, más natural y sinceramente diferente. Sus ideas, sus costumbres, su arte, sus planteos y soluciones teóricas y prácticas parecían seleccionadas de la antología de la heterodoxia. [...]
Vivía en humor, en poesía, en libertad, en fantasía. Si jugaba al florete en la cuidada sala familiar y atravesaba de pronto el respaldo de una butaca finamente tapizada, como si furtivamente sustituía el tónico de un frasco por agua de la canilla para librarnos de la farmacia, era con espontaneidad absoluta.
Sus ideas sobre la educación, el gobierno, la estructura social, la guerra, la música, la mujer, la universidad, la higiene, el deporte, los idiomas, la orquesta, las academias, siempre eran pensadas por sí mismo, fruto inviolable de la experiencia. Pero no sólo sus ideas: sus hábitos como ciudadano, como padre, como comensal o artista, todo era tan heterodoxo como sincero".


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