martes, 19 de enero de 2010

texto fresco


La noche envuelve su osamenta
y las nubes convergen hacia un mismo destino,
el de hacer llover el corazón.

Con la Luna guardada en un bolsillo (son épocas difíciles)
miro tu rostro ausente frente al mío,
en un mismo vacío.

No hay Mal que por aquí no venga, y el Bien,
sesudamente restringido por rapaces aves que simulan proyectos de personas,
se unen en un mismo fin:
alterar los sueños
quebrar instantes
malgastar asuntos
estropeándolos con la afrenta del egoísmo más encumbrado.

Hoy es hoy en sí mismo,
y no hay a quien pedir una caricia,
o lo que es peor,
de quien recibirla.

Ocupados unos, otros de vacaciones,
lejos y cerca no son medidas,
como tampoco lo es el pasado,
que nada significa cuando se esquiva,
como se esquiva la certeza,
en la esencia de un instante,
aquel que desbocado
puede hallarse
decorado por los mejores deseos,
o ese,
que perece cruelmente,
ofendido,
simplemente,
por no pedir perdón.

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